Como ya hemos comentado en anteriores artículos, los factores que han desencadenado estos bruscos movimientos en los mercados no tienen una relación directa con el comportamiento de los activos o con el comportamiento global en lo que a crecimiento económico se refiere. La guerra arancelaria EE.UU.- China (que a mi entender acabará en acuerdo, como ya ha sucedido con anterioridad con los acuerdos con Pacífico, México, Canadá); la incertidumbre generada en el seno del euro motivada por unos presupuestos italianos absolutamente insostenibles (¿asistiremos a un ‘Grecia 2ª parte’?) y por el auge de nos nacionalismos/populismos; y finalmente, en clave local, el desafortunado papel jugado por el Tribunal Supremo en relación al sujeto pasivo del AJD, han sido los elementos fundamentales que han provocado este brusco retroceso en todas las clases de activos.

Cuando la renta variable muestra estos bruscos recortes y la volatilidad se dispara, instintivamente buscamos paralelismos acudiendo al efecto ancla de comparar la situación con nuestra referencia temporal más cercana, aun cuando las circunstancias y el contexto no se parecen en nada.

En los mercados suele ser un error dejarse llevar y, una vez más, debemos sacar fuerzas de flaqueza y tomar la distancia suficiente para no guiarnos por la masa. La volatilidad es consustancial al comportamiento de los mercados, no es un fenómeno nuevo, forma parte de las reglas de inversión. El retroceso de la bolsa americana, con caídas del 10%, están absolutamente dentro de lo normal y son habituales en base a patrones de comportamiento histórico. La Bolsa europea, o gran parte de ella, cotiza a niveles de valoración parecidos a los vividos en el peor momento de la crisis. Dicho de otra forma, ¿estamos en una situación remotamente parecida a la del verano de 2012, con el peor momento de la crisis del euro, o la de 2009 tras la mayor crisis financiera de nuestra historia? La respuesta es rotunda: no. Bajando otro escalón, la bolsa española se sitúa actualmente cerca del mínimo de valoración de los últimos cinco años, lo que es claramente indicativo del comportamiento extremo y sobrerreacción que está teniendo el mercado.
Por todo lo anterior, la paciencia sigue siendo uno de los pilares de la rentabilidad. Sin embargo, se trata de la premisa más difícil de cumplir.

En estos momentos donde reaparece la ansiedad y el comportamiento esquizofrénico del mercado, mantengamos la coherencia de la estrategia, la prudencia, la cartera ajustada al perfil de riesgo y tomemos aquellas decisiones tácticas que nos permitan graduar las distintas posiciones a las circunstancias del corto plazo, sin olvidar que el proceso de inversión es un proceso de largo plazo.
La evaluación de una cartera o de una estrategia de inversión no se puede hacer en pocos meses; ni quedan invalidadas por un mal comportamiento temporal.

La decisión se corresponde con realizar los ajustes necesarios y actuar con objetividad y vigilancia, no dejándonos llevar por el ruido del corto plazo y manteniendo nuestra visión estratégica a largo plazo, todo en un marco de debida prudencia.

Francisco J. Concepción
EAFI, nº 65 registro CNMV
Socio As. Financiero PARANGON Family Office · www.franciscoconcepcion.com