Uno no sabe cómo va a reaccionar hasta que se vea envuelto en una determinada situación. Nos gusta pensar que actuaremos como héroes si la ocasión lo requiere. O que seremos capaces de mantener la calma cuando el avión se mueva más de lo normal o el barco empiece a zarandearnos de un lado a otro debido al mal tiempo.

Sin embargo, puede darse el caso de que llegados a esa situación nuestra reacción sea de todo menos racional, sosegada, analítica y meditada. Algo que sin duda cuesta aplicar en el mundo del ahorro y la inversión. La principal amenaza para el inversor es el propio inversor.

Los mercados pueden comportarse de manera irracional, pasar de una absoluta calma a bruscas caídas como las vividas en la primera mitad del presente mes. En este comportamiento influyen multitud de factores, algunos relacionados con la evolución de la economía y, en otras ocasiones, relacionados con cuestiones que nada tienen que ver con el crecimiento económico o con la evolución de los resultados empresariales. Ya se sabe que hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

A medio plazo siempre da mejores resultados mantener la serenidad, analizar fríamente la situación y tomar las decisiones de inversión o desinversión de manera pausada. Tratar de aislarse del ruido del corto plazo y no perder de vista nuestros objetivos y estrategia de inversión. Evitar la sensación de que su cartera es la única que tiene rendimientos negativos mientras que las del el resto de inversores no sufren pérdida alguna..

Mantener esta correcta gestión emocional es determinante para evitar cometer errores garrafales de difícil solución. Si uno es fiel a su estrategia, habrá previsto adecuadamente variables como plazo, riesgo y liquidez. Si esto es así, en ningún caso se convertirá en vendedor forzoso, obligado a liquidar sus posiciones en los peores momentos para hacerlo

Estos periodos de volatilidad constituyen una excelente oportunidad para construir carteras en buenos activos a precios más bajos. Cierto que pueden generarle rendimientos negativos a corto plazo, pero igual que no debemos caer en excesos en los momentos de euforia, tampoco debemos caer en sentimiento de desesperación o pánico que nos lleven a tomar decisiones erróneas. Hay muchos estudios que apuntan a que el inversor no profesional suele comprar cerca de máximos guiado por esos momentos de entusiasmo para más tarde vender cerca de mínimos en esos momentos de nerviosismo. Es decir, hace lo que no se debe hacer: anteponer las emociones a un análisis desapasionado de las decisiones que afectan a su cartera.

Normalmente, acaba concluyendo que los mercados “no son para mí”.

Las decisiones guiadas por las emociones son tan ciertas como la ciclicidad de los mercados financieros. Sus movimientos, en ocasiones de cierta brusquedad como los de estos días, son consustanciales a los mismos. Y este comportamiento siempre será un ciclo constante.

El riesgo de la inversión no está en los rendimientos negativos puntuales, sino en no saber qué tenemos entre manos.

Francisco J. Concepción
EAFI, nº 65 registro CNMV
Socio As. Financiero PARANGON Family Office · www.franciscoconcepcion.com