Sabemos que los mercados financieros son dinámicos, sujetos a los vaivenes de la economía y de los acontecimientos y vicisitudes por las que pasan quienes en ellos cotizan. Por tanto, nunca tienen un comportamiento absolutamente lineal, ni al alza ni a la baja.

La variabilidad de las cotizaciones es algo consustancial a los mercados. Desde estas líneas ya advertimos hace muchos meses que este ejercicio iba tener un hecho diferencial respecto al anterior: alertábamos de que esta volatilidad iba a estar presente y que ésta iba a ser considerable por momentos. Además, comentábamos que el timing iba a ser un elemento fundamental como fuente de rentabilidad. Prueba evidente fue el comportamiento del mercado en los meses de octubre y diciembre del pasado ejercicio.

Ya desde el último trimestre del pasado ejercicio la volatilidad ha ido en aumento, no sólo en los mercados de renta variable –tal vez los más noticiables- sino también, y de una forma mucho más transcendente e importante, en los mercados de renta fija. Pero nada que no haya sucedido en el pasado.
El presente ejercicio seguirá marcado por factores políticos. Las negociaciones comerciales entre los EEUU y China sin duda es el asunto clave, aunque lo razonable es pensar en un acuerdo que favorezca mutuamente a ambas partes. Lo contrario no tendría ningún sentido. Además, un entorno económico de ralentización en el ritmo de crecimiento introduce dosis adicionales de incertidumbre. La política, la macroeconomía, pero sobre todo, la evolución del consumo, ahorro e inversión, y los resultados empresariales de ellos derivados, marcan la evolución de las cotizaciones. La combinación de estos elementos y la asignación de importancia que los participantes en el mercado otorgan a cada una de ellas, configuran el origen de las decisiones que los distintos agentes acaban tomando, generando las fluctuaciones del mercado.

Esta volatilidad propia de los mercados financieros hoy, ayer y siempre, no nos debe nublar ni distraer sobre nuestra política de inversión ni debe servir de coartada para desviarnos de aquéllas decisiones y estrategias tomadas para cumplir nuestro objetivo de inversión.

Sí cabe tomar decisiones tácticas, que son las que proceden. Decisiones que nos permitan ajustar nuestra exposición a un determinado sector, país, clase de activo. Podemos ajustar la duración de nuestra cartera de renta fija, reducir nuestra exposición a deuda periférica europea, o reducir el peso de la renta variable de nuestra cartera. Pero estas decisiones son meros ajustes, para adaptar nuestra cartera a la realidad corriente de los mercados.

Nadie sabe qué sucederá mañana, dentro de una semana, ni dentro de un mes. Pero detrás de la volatilidad están los fundamentales. Y las inversiones se basan en estrategia y análisis, fríos y desapasionados. Objetivos y no influenciados por el ruido. Analicemos nuestra posición y hagamos los ajustes necesarios, pero de una manera ordenada y no precipitada. Apostar por el típico ‘me salgo ahora para entrar más abajo’ es peligroso, porque te puedes quedar fuera del mercado. Los financieros no somos adivinos.

Aprendamos a vivir con esta volatilidad. No hay más remedio.

Francisco J. Concepción · EAFI
Asesoramiento Financiero y Servicios de Inversión
nº 65 registro CNMV· www.franciscoconcepcion.com